Al ser humano, por naturaleza, no le gusta sentirse indefenso. Es estresante llevar a tu hijo al colegio por primera vez y sentir que tú como madre no podrás estar a su lado en todo la mañana por si le pasa algo. Pero, a grandes problemas, grandes soluciones.
Mira, por ejemplo, si no quieres sentirte indefensa ante el frío (como hicieron nuestros antepasados prehistóricos), una buena motivación para sobrevivir sería averiguar cómo fabricar ropa o construir un refugio.
La cuestión es que todos estamos predispuestos a resistirnos a la impotencia e intentar controlar nuestro entorno siempre que sea posible. Y esto es, en gran medida, bueno. Pero, como en la mayoría de los aspectos de la vida, demasiado de algo bueno puede resultar contraproducente, incluso perjudicial.
La necesidad de control puede causar un enorme sufrimiento e inestabilidad emocional si no somos conscientes de ello.
Queremos tener siempre todo bajo control, pero no siempre esto es posible. Muchos de los malos hábitos que causan inestabilidad emocional, pasan por una preocupación crónica y búsqueda de seguridad (por ejemplo, que tu pareja se vaya de viaje y tú estés preocupada constantemente por si le pasa algo), hasta la comunicación pasivo-agresiva, tienen su origen en una necesidad exagerada de tener todo bajo control.